jueves, 2 de septiembre de 2010

Escrituras profundas sobre un dia comun y corriente.

14 de Abril, día lluvioso, te levantas vestido únicamente con tu calzoncillo favorito, y un poco de saliva seca al rededor de la boca. Negro y gris, un color bastante común para un calzón, te vestís, luego vas a baño a lavarte los dientes, orinas, ¿Quien no orina por las mañanas?, abrís la heladera y enconarás una botella casi vacía de coca cola sin gas de la noche anterior, y tres pedasos de pizza fría, esa que de aspecto es repugnante, pero que nadie puede decir nada después de re-calentarla.
Buscas algo con lo que perder el tiempo, tal vez mirar televisión, escribir, jugar, o como ya es cotidiano, conectarse a Internet. Llego la hora del almuerzo, tu madre fue a la peluquería, y tu padre esta trabajando, eso te da la libertad de comer como quieras, en el lugar que quieras de la casa, hasta de hablar con la boca llena, tomar agua del pico y eructar cuando se te de la gana, ¿A quien no le gusta eso?, en fin, luego de degustar una deliciosa comida de microondas te tenès que ir, no importa a donde, simplemente te vas, buscas el dinero justo para poder pagar el viaje de ida y vuelta, buscas la campera mas abrigada, demoras 20 minutos intentando encontrar tus llaves, y luego te vas.
Los ojos entrecerrados por la lluvia, tus manos escondidas en las mangas de tu campera, llegas a la parada del ómnibus, estas un buen rato esperándolo, cuando ves alguno que crees que puede llegar a ser, forzàs la vista lo mas posible para reconocerlo, ¡Es ese!, extendès tu brazo, y ves como el ómnibus sigue de largo frente a tus ojos, que aun continúan entrecerrados, ya no tenes donde cubrirte de la lluvia, porque como podes ver, todos se amontonaron debajo del techo de la parada y no hay lugar para vos, afortunadamente viene otro ómnibus, casi vacío, con el mismo ambiente húmedo y amargo que había afuera, solo hay 4 personas además de vos, una señora mayor que es la primera en mirarte con mala cara porque estas despeinado, un hombre gordo en el en la mitad que no hace mas que mirar hacia afuera, y en el fondo una pareja de jóvenes, tal vez de tu edad, o un poco mas chicos. Decidís sentarte en el último asiento del fondo, contra la ventana, ya que bien sabes que el viaje es largo, y el ómnibus se va a llenar en cualquier momento, por eso elegiste el asiento más cercano a la puerta. Sube un hombre a vender algo, te fijas pero no reconoces si son chocolates, o medias, tal vez pilas, o alicates, de todas formas no importa, el sucio hombre comienza a caminar por el pasillo del ómnibus diciendo que tiene 2 hijos en la calle, no tiene para alimentarlos, y no los puede mandar a pedir por ahí, como buena persona le das el poco cambio que te queda en tus bolsillos, son solo cinco pesos, pero para el valen mas que eso, cuando se te acerca podes oler claramente el olor a alcohol, y dudas en dárselos, pero como digo a veces "Si ya estas acá, quédate un rato mas", el hombre te lo agradece, y baja del bus. El ómnibus ya esta casi lleno, subió una chica que te parece realmente atractiva, y para disimular y que ella no se de cuenta, la ves a través del frío reflejo de la ventana, continuamente. En la siguiente parada sube un hombre bien vestido, bueno, bien vestido para lo que seria un hombre que vive en las calles, creo que eso lo tenemos claro, el hombre es ciego, no tiene lentes puestos, asíque podes ver con claridad sus ojos sin color, ves como le cuesta caminar por el pasillo donde anteriormente paso el vendedor anterior, este no tiene nada que ofrecer, simplemente pide un poco de ayuda con un poco de dinero, no importa cuanto, a medida que avanza por el pasillo, se acerca a vos, revisas tus bolsillos hasta mas no poder, y lo único que encontrás es un poco de pelusa, un boleto viejo, y tal vez...mas pelusa. Enseguida te viene un sentimiento de culpa, por haberle dado lo poco que te quedaba a una persona que seguramente, no tenga ningún hijo, como dignidad ni respeto, y no poder darle eso a una persona que realmente lo necesita, y no hace otra cosa que decirte la verdad, el hombre no tiene esposa ni hijos, tal vez ni familia tenga, vive en la calle, y lo poco que le dan lo usa para comer, el ciego baja, algunas personas que estaban en esa parada esperando sus respectivos buses lo ayudan a bajar, y los miras expectante y atento, deseando poder ser uno de ellos.
¡Llegaste!, te levantas apurado pidiéndole permiso al muchacho delgado de tu izquierda, y tocas el timbre, puedo ver como te bajas y al fin volves a tocar el suelo, ¡Bienvenido!, a donde quiera que estés.

Fernando Peláez.
9/11/09 - 16:35 p.m.

2 comentarios:

  1. muy bueno ....excelente.......felicitaciones ....es una pena que quede aquí y no se publique ......muy bueno ---

    ResponderEliminar