9 de Setiembre. Hoy es tu cumpleaños numero ochenta y tres, ¿Como pasa el tiempo, no?, es extraño comprender que tu vida esta en la etapa final, y difícil también es admitirlo. Pero mira, estas rodeado de tu familia, tus tres hijas, Lourdes, la mayor, vino desde Europa para pasar contigo tu cumpleaños, su esposo y su hijo, tu nieto, se quedaron allá. Pilar es la del medio, la "compañera" por así decirlo, y luego esta Lucia, la mas joven y la que vive contigo, ¿Recordas porque fue que le pusiste ese nombre?, Yo si, fue por una vieja canción que solías escuchar y cantar con tu esposa hace muchos años, se que esa canción es de The Beatles, pero no me acuerdo con exactitud de el nombre de la canción, algo de Lucy con diamantes supongo, en fin. ¡Mira!, también esta el vecino, Pablo, un joven estudiante de 23 años al que aprecias mucho, el fue el que arreglo el jardín de tu casa sin cobrarte, también el que cuido a tu perro cuando tuviste que ir a Chile a operarte de la vista. Se te nota deprimido, bueno si, ¿Quien no lo estaría sabiendo que su viaje esta por terminar?, Lourdes se acerca y te regala un licor francés, y un vino que compro en el freeshop, intentando subirte el animo dice que vos sos como el vino, cuanto mas viejo mejor, pero bueno, no sirve de mucho, lo puedo notar en tu cara triste y arrugada. Emilia te distrae un poco poniendo esa música que escuchan los jóvenes ahora, no te gusta para nada y no entendes como a la gente le puede gustar eso, toda la vida preferiste el Jazz, o Blues, le pedís que por favor cambie y ponga algo bueno, tal vez B.B. King estaría bien, o algo de Ray Charles, algo mas tranquilo. El vecino se sienta a tu lado hablándote con buena onda, recordando viejos tiempos cuando el era un niño y te hacia la vida imposible, pero como ya dije, con el tiempo lo empezaste a querer. Por la noche, luego de que todos se fueron, excepto Emilia, que vive contigo, se fue a dormir. Aprovechas la soledad para darle un repaso a tu vida, desde que fuiste niño, hasta hoy en día. Te acordas de la cara de tus padres, tu hermano, que falleció el año pasado. Te acordas de tu esposa, tu ex esposa mejor dicho, se divorciaron hace treinta años mas o menos, no sabes mas nada de ella. Los primeros pasos de tus hijas, y sus primeras palabras, sus primeros novios, y cuando te dieron a tus primeros nietos. ¿Porque esa cara?, se que no es fácil admitir que el viaje termino, pero no tengas miedo, nadie es demasiado joven para preocuparse, ni demasiado viejo para llorar.
Fernando Peláez.
18/11/09 - 15:26 p.m.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Escrituras profundas sobre un dia comun y corriente.
14 de Abril, día lluvioso, te levantas vestido únicamente con tu calzoncillo favorito, y un poco de saliva seca al rededor de la boca. Negro y gris, un color bastante común para un calzón, te vestís, luego vas a baño a lavarte los dientes, orinas, ¿Quien no orina por las mañanas?, abrís la heladera y enconarás una botella casi vacía de coca cola sin gas de la noche anterior, y tres pedasos de pizza fría, esa que de aspecto es repugnante, pero que nadie puede decir nada después de re-calentarla.
Buscas algo con lo que perder el tiempo, tal vez mirar televisión, escribir, jugar, o como ya es cotidiano, conectarse a Internet. Llego la hora del almuerzo, tu madre fue a la peluquería, y tu padre esta trabajando, eso te da la libertad de comer como quieras, en el lugar que quieras de la casa, hasta de hablar con la boca llena, tomar agua del pico y eructar cuando se te de la gana, ¿A quien no le gusta eso?, en fin, luego de degustar una deliciosa comida de microondas te tenès que ir, no importa a donde, simplemente te vas, buscas el dinero justo para poder pagar el viaje de ida y vuelta, buscas la campera mas abrigada, demoras 20 minutos intentando encontrar tus llaves, y luego te vas.
Los ojos entrecerrados por la lluvia, tus manos escondidas en las mangas de tu campera, llegas a la parada del ómnibus, estas un buen rato esperándolo, cuando ves alguno que crees que puede llegar a ser, forzàs la vista lo mas posible para reconocerlo, ¡Es ese!, extendès tu brazo, y ves como el ómnibus sigue de largo frente a tus ojos, que aun continúan entrecerrados, ya no tenes donde cubrirte de la lluvia, porque como podes ver, todos se amontonaron debajo del techo de la parada y no hay lugar para vos, afortunadamente viene otro ómnibus, casi vacío, con el mismo ambiente húmedo y amargo que había afuera, solo hay 4 personas además de vos, una señora mayor que es la primera en mirarte con mala cara porque estas despeinado, un hombre gordo en el en la mitad que no hace mas que mirar hacia afuera, y en el fondo una pareja de jóvenes, tal vez de tu edad, o un poco mas chicos. Decidís sentarte en el último asiento del fondo, contra la ventana, ya que bien sabes que el viaje es largo, y el ómnibus se va a llenar en cualquier momento, por eso elegiste el asiento más cercano a la puerta. Sube un hombre a vender algo, te fijas pero no reconoces si son chocolates, o medias, tal vez pilas, o alicates, de todas formas no importa, el sucio hombre comienza a caminar por el pasillo del ómnibus diciendo que tiene 2 hijos en la calle, no tiene para alimentarlos, y no los puede mandar a pedir por ahí, como buena persona le das el poco cambio que te queda en tus bolsillos, son solo cinco pesos, pero para el valen mas que eso, cuando se te acerca podes oler claramente el olor a alcohol, y dudas en dárselos, pero como digo a veces "Si ya estas acá, quédate un rato mas", el hombre te lo agradece, y baja del bus. El ómnibus ya esta casi lleno, subió una chica que te parece realmente atractiva, y para disimular y que ella no se de cuenta, la ves a través del frío reflejo de la ventana, continuamente. En la siguiente parada sube un hombre bien vestido, bueno, bien vestido para lo que seria un hombre que vive en las calles, creo que eso lo tenemos claro, el hombre es ciego, no tiene lentes puestos, asíque podes ver con claridad sus ojos sin color, ves como le cuesta caminar por el pasillo donde anteriormente paso el vendedor anterior, este no tiene nada que ofrecer, simplemente pide un poco de ayuda con un poco de dinero, no importa cuanto, a medida que avanza por el pasillo, se acerca a vos, revisas tus bolsillos hasta mas no poder, y lo único que encontrás es un poco de pelusa, un boleto viejo, y tal vez...mas pelusa. Enseguida te viene un sentimiento de culpa, por haberle dado lo poco que te quedaba a una persona que seguramente, no tenga ningún hijo, como dignidad ni respeto, y no poder darle eso a una persona que realmente lo necesita, y no hace otra cosa que decirte la verdad, el hombre no tiene esposa ni hijos, tal vez ni familia tenga, vive en la calle, y lo poco que le dan lo usa para comer, el ciego baja, algunas personas que estaban en esa parada esperando sus respectivos buses lo ayudan a bajar, y los miras expectante y atento, deseando poder ser uno de ellos.
¡Llegaste!, te levantas apurado pidiéndole permiso al muchacho delgado de tu izquierda, y tocas el timbre, puedo ver como te bajas y al fin volves a tocar el suelo, ¡Bienvenido!, a donde quiera que estés.
Fernando Peláez.
9/11/09 - 16:35 p.m.
Buscas algo con lo que perder el tiempo, tal vez mirar televisión, escribir, jugar, o como ya es cotidiano, conectarse a Internet. Llego la hora del almuerzo, tu madre fue a la peluquería, y tu padre esta trabajando, eso te da la libertad de comer como quieras, en el lugar que quieras de la casa, hasta de hablar con la boca llena, tomar agua del pico y eructar cuando se te de la gana, ¿A quien no le gusta eso?, en fin, luego de degustar una deliciosa comida de microondas te tenès que ir, no importa a donde, simplemente te vas, buscas el dinero justo para poder pagar el viaje de ida y vuelta, buscas la campera mas abrigada, demoras 20 minutos intentando encontrar tus llaves, y luego te vas.
Los ojos entrecerrados por la lluvia, tus manos escondidas en las mangas de tu campera, llegas a la parada del ómnibus, estas un buen rato esperándolo, cuando ves alguno que crees que puede llegar a ser, forzàs la vista lo mas posible para reconocerlo, ¡Es ese!, extendès tu brazo, y ves como el ómnibus sigue de largo frente a tus ojos, que aun continúan entrecerrados, ya no tenes donde cubrirte de la lluvia, porque como podes ver, todos se amontonaron debajo del techo de la parada y no hay lugar para vos, afortunadamente viene otro ómnibus, casi vacío, con el mismo ambiente húmedo y amargo que había afuera, solo hay 4 personas además de vos, una señora mayor que es la primera en mirarte con mala cara porque estas despeinado, un hombre gordo en el en la mitad que no hace mas que mirar hacia afuera, y en el fondo una pareja de jóvenes, tal vez de tu edad, o un poco mas chicos. Decidís sentarte en el último asiento del fondo, contra la ventana, ya que bien sabes que el viaje es largo, y el ómnibus se va a llenar en cualquier momento, por eso elegiste el asiento más cercano a la puerta. Sube un hombre a vender algo, te fijas pero no reconoces si son chocolates, o medias, tal vez pilas, o alicates, de todas formas no importa, el sucio hombre comienza a caminar por el pasillo del ómnibus diciendo que tiene 2 hijos en la calle, no tiene para alimentarlos, y no los puede mandar a pedir por ahí, como buena persona le das el poco cambio que te queda en tus bolsillos, son solo cinco pesos, pero para el valen mas que eso, cuando se te acerca podes oler claramente el olor a alcohol, y dudas en dárselos, pero como digo a veces "Si ya estas acá, quédate un rato mas", el hombre te lo agradece, y baja del bus. El ómnibus ya esta casi lleno, subió una chica que te parece realmente atractiva, y para disimular y que ella no se de cuenta, la ves a través del frío reflejo de la ventana, continuamente. En la siguiente parada sube un hombre bien vestido, bueno, bien vestido para lo que seria un hombre que vive en las calles, creo que eso lo tenemos claro, el hombre es ciego, no tiene lentes puestos, asíque podes ver con claridad sus ojos sin color, ves como le cuesta caminar por el pasillo donde anteriormente paso el vendedor anterior, este no tiene nada que ofrecer, simplemente pide un poco de ayuda con un poco de dinero, no importa cuanto, a medida que avanza por el pasillo, se acerca a vos, revisas tus bolsillos hasta mas no poder, y lo único que encontrás es un poco de pelusa, un boleto viejo, y tal vez...mas pelusa. Enseguida te viene un sentimiento de culpa, por haberle dado lo poco que te quedaba a una persona que seguramente, no tenga ningún hijo, como dignidad ni respeto, y no poder darle eso a una persona que realmente lo necesita, y no hace otra cosa que decirte la verdad, el hombre no tiene esposa ni hijos, tal vez ni familia tenga, vive en la calle, y lo poco que le dan lo usa para comer, el ciego baja, algunas personas que estaban en esa parada esperando sus respectivos buses lo ayudan a bajar, y los miras expectante y atento, deseando poder ser uno de ellos.
¡Llegaste!, te levantas apurado pidiéndole permiso al muchacho delgado de tu izquierda, y tocas el timbre, puedo ver como te bajas y al fin volves a tocar el suelo, ¡Bienvenido!, a donde quiera que estés.
Fernando Peláez.
9/11/09 - 16:35 p.m.
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